3. El Impuesto sobre Sociedades
Los ingresos por el Impuesto sobre Sociedades en 2019 fueron de 23.733 millones, un 4,4% menos que en 2018.
El año se caracterizó por la existencia de devoluciones extraordinarias (sin ningún vínculo con los determinantes el impuesto) y el bajo crecimiento de los beneficios, de las bases y, con ellos, de los ingresos.
En 2019 se estima un crecimiento del 2,3% para los beneficios y un 0,5% para la base imponible consolidada. Las cifras son notablemente inferiores a las que se observaron en 2018 (Cuadro 3.1). La información con la que se cuenta para la estimación es la que procede de las declaraciones de los pagos fraccionados de las Grandes Empresas y grupos fiscales que tributan por los beneficios del período. Según la información declarada (Cuadro 3.2), los beneficios en 2019 disminuyeron respecto a 2018, caída concentrada en los grupos consolidados y más específicamente en un pequeño colectivo de cinco grupos que fueron los mismos que el año anterior habían protagonizado el fuerte crecimiento que se registró en los pagos. Por su parte, las Grandes Empresas también vieron reducido su crecimiento, pero todavía mantuvieron un ligera subida (1% frente al 6,1% de 2018).
La evolución en 2019 agranda la divergencia entre los beneficios y la base imponible del impuesto. Los beneficios alcanzaron en 2017 el nivel máximo que habían logrado antes de la crisis (justo diez años antes), pero la base del impuesto todavía estaba por debajo del 70% del total que había entonces. Parte de la menor recuperación de la base tiene que ver con los cambios que se introdujeron en la reforma de 2015 (al llevar a los ajustes importes que antes se deducían en la cuota), pero el propio impuesto tampoco ha recuperado más allá del 63,8% que suponía en 2007 (Gráfico 3.1). En el Cuadro 8.5 se puede encontrar el detalle del paso de beneficios a base. Allí se puede comprobar que en los cuatro últimos años la diferencia entre los beneficios antes de impuestos y la base imponible (sin el ajuste de las bases a tipos del 0 y 1%), ha ido creciendo y que, en media de ese periodo, cerca del 90% de esa diferencia correspondió al ajuste de la exención por doble imposición.
El tipo efectivo sobre la base del Impuesto sobre Sociedades habría tenido en 2019 un pequeño incremento (0,4%; Cuadro 3.1). Dado el mayor crecimiento de los beneficios, el tipo efectivo disminuiría un 1,5%. Al eliminar del impuesto la declaración anual se observa con claridad el impacto en el tipo del comportamiento tan distinto que hubo en los pagos y en la cuota en 2018 y 2019: sin cuota diferencial el tipo subió un 4,3% en 2018 y bajó un 5,6% en 2019.
Se estima que el Impuesto sobre Sociedades devengado creció un 0,8% en 2019 (Cuadro 3.1). Falta por conocer el resultado de la declaración anual que se presentará en julio. Sin ella, el impuesto devengado cae un 5,2% por el negativo comportamiento de los pagos fraccionados (casi el 90% del impuesto sin la cuota).
Efectivamente, los pagos fraccionados disminuyeron un 6,7% en 2019 (Cuadro 3.2). El nivel de los pagos no fue bajo, pero se compara con un año, el 2018, con un crecimiento excepcional de los mismos, aumento que estaba, además, muy concentrado en cinco grupos consolidados. Así, los pagos de los grupos consolidados disminuyeron un 14,6%, mientras que los de las Grandes Empresas no pertenecientes a grupos crecían ligeramente (0,7%) y los de las pymes (que declaran mayoritariamente de acuerdo a la última cuota anual y no según sus beneficios) subieron un 10,9%. El Gráfico 3.2 ilustra bien los altibajos en las tasas de los dos últimos años a través de la aportación de cada uno de los colectivos de empresas a la variación de los pagos.
El crecimiento excepcional del año 2018 se basó además en el pago mínimo (los cinco grupos citados tributaron por el pago mínimo vinculado al resultado contable y no por la base imponible que en algunos de ellos es cero o muy baja). Si, como es lógico, el pago condiciona el resultado de la declaración anual, más todavía cuando lo que hace subir los pagos es este pago mínimo, sin equivalente en la declaración del impuesto. En 2018 el gran peso del pago mínimo supuso que las solicitudes de devolución aumentaran hasta los 11 mil millones (Cuadro 3.3), una cifra nunca antes alcanzada, y con ello, que la cuota diferencial fuera la más negativa de la serie histórica. Los gráficos 3.3 y 3.4 ilustran la relación entre pagos, cuota diferencial, pago mínimo y solicitudes de devolución.
Los ingresos en 2019 disminuyeron un 4,4% (Cuadro 3.1). La diferencia con el crecimiento del impuesto devengado se debe, como sucede todos los años, a la presentación de la declaración del año 2018 en julio de 2019 (con un impacto en esta ocasión mayor por las peculiaridades de 2018 que se acaban de ver), pero además en 2019 se realizaron devoluciones extraordinarias por un importe superior a los 1.200 millones (Cuadro 1.5), ligadas a sentencias y al abono de las cantidades solicitadas por DTA (los activos fiscales diferidos), que nada tenían que ver con la evolución en 2019 de las bases y del impuesto. Sin ellas, la recaudación habría aumentado un 0,4%.
Como se ha visto, los pagos fraccionados disminuyeron. En términos de caja cayeron un 6,3% (Cuadro 3.2). Pero esta caída se vio compensada por dos elementos. El primero fueron los buenos resultados que se registraron en la declaración anual de 2018. Los ingresos por este concepto crecieron un 10% (Cuadro 3.1). El segundo fue el menor importe de las devoluciones de esa declaración anual realizadas en 2019 (Cuadro 3.3). Hay que recordar que las devoluciones solicitadas en 2019, correspondientes al ejercicio 2018, se han pagado fundamentalmente en 2020, de manera que las devoluciones realizadas en 2019 incluyen una gran parte de la campaña de 2017 (solicitadas en 2018 y pagadas, fundamentalmente, a comienzos de 2019) y las primeras devoluciones realizadas del ejercicio 2018; en uno y otro caso disminuyeron, aunque sensiblemente más estas últimas.