Las bases imponibles
En 2020 las bases imponibles de los principales impuestos disminuyeron un 7,7% respecto a 2019. Es la mayor caída desde 1995, mayor incluso que la registrada en el año 2008 y posteriores, aunque en aquel caso la recesión se prolongó durante seis años (Cuadro 1.3). La caída de las bases fue, no obstante, menos intensa que la que mostró la suma de los dos indicadores macroeconómicos de referencia, la demanda interna y la remuneración de asalariados (Gráfico 1.9). La principal razón de esta disparidad se encuentra en uno de los rasgos distintivos del año, el papel compensador que jugaron las rentas públicas, en particular las transferencias derivadas de los ERTE, que no se recogen directamente en dichos indicadores.
Este elemento, el papel de las rentas públicas, explica también la diferencia que se produjo entre la caída de las bases ligadas a las rentas y la de las relacionadas con el gasto: las primeras descendieron un 3,3%, mientras que las segundas disminuyeron un 13,9% (Gráfico 1.10). Sin embargo, cuando de las rentas se restan las procedentes del sector público (salarios públicos, pensiones y prestaciones por desempleo, que incluyen las transferencias de los ERTE), la distancia entre rentas y gasto se acorta (Gráfico 1.11). Hay que advertir que las rentas de origen público ya tenían un peso muy relevante en el conjunto de las bases: en 2019 representaban casi el 19% de las bases (el doble en las rentas de los hogares), y en 2020 se reforzó esa posición pasando a suponer más del 22% (cerca del 42% en los hogares).
La evolución de las bases dentro del año estuvo determinada, lógicamente, primero por el extraordinario impacto del confinamiento a partir de la segunda quincena de marzo y, luego, por la progresiva recuperación. Así, la caída se empezó a notar ya en el primer trimestre, se acentuó en los meses del confinamiento más estricto y fue remontando en el tercer y cuarto trimestre, al principio recuperándose con intensidad y en el tramo final del año, coincidiendo con el empeoramiento de la situación y las limitaciones a la movilidad, de forma más moderada.
Las bases relacionadas con el gasto fueron las que mejor reflejaron las consecuencias del primer confinamiento y de las restricciones de la parte final del año, con un excepcional descenso del segundo trimestre, la intensa recuperación en el tercero y el parón del cuarto. En las rentas ese perfil solo se aprecia en las bases una vez eliminadas las rentas de origen público y algo difuminado por la acumulación en el tercer trimestre de las bases del Impuesto sobre Sociedades correspondientes al semestre central del año. Si se tiene eso en cuenta, la pauta sería más parecida a la del gasto, con caídas más intensas en el segundo trimestre y menos en el tercero.
Las rentas brutas de los hogares disminuyeron un 0,9%. Las rentas procedentes del trabajo aumentaron gracias al impulso de los salarios públicos, las pensiones y las prestaciones por desempleo (incluidos aquí los pagos ligados a los ERTE). En cambio, las otras rentas (salarios privados, capital y actividades empresariales) se redujeron con intensidad, acusando el impacto de la caída de la actividad.
Las rentas del trabajo crecieron un 1,3%, con comportamientos muy distintos según su origen fueran los salarios privados, los salarios públicos, las pensiones o las prestaciones. Los salarios del sector privado sufrieron todos los problemas derivados del confinamiento y del descenso de la actividad. La caída fue del 5,8%, más pronunciada en las pymes, con mayor representación en actividades más afectadas por las restricciones, que en las Grandes Empresas. Parte de esta reducción de la masa salarial fue cubierta por el Servicio Público de Empleo (SEPE) a través de los ERTE; si se suman estas ayudas, el descenso sería aproximadamente del 2%. En el sector público, la masa de salarios creció un 5,9% en el año, algo más que en 2019. El mayor crecimiento se produjo en las CC.AA., sobre todo en la segunda parte del año por el aumento de la masa salarial en sanidad y educación. Por su parte, la masa de pensiones creció un 2,9%, menos que en 2018 y 2019, años en los que hubo una actualización de las pensiones más alta de lo habitual.
Las rentas de capital de los hogares (mobiliario, arrendamiento y ganancias patrimoniales) disminuyeron un 15,5%, también con un comportamiento dispar en cada una de las fuentes. En las del capital mobiliario (-23,9% en el año) el impacto fue grande como consecuencia de la caída de los dividendos. Las rentas por arrendamientos perdieron un 9,6% respecto a 2019, efecto directo de los problemas por los que atravesó todo el año la actividad productiva. Las ganancias patrimoniales retrocedieron un 15% en el año. Estas rentas provienen en gran medida de la venta de inmuebles, actividad que se vio muy afectada todo el año por la situación sanitaria y económica. Las ganancias que tienen que ver con los fondos de inversión tuvieron, en cambio, unos resultados muy favorables que se tradujeron en un crecimiento en el año del 14,3%.
Por último, las rentas ligadas a los beneficios de las empresas personales se redujeron un 10,7%. Hay que tener en cuenta que en estas empresas tienen mucha importancia actividades como el comercio, la hostelería y los servicios personales y de ocio, que fueron de las más perjudicadas por las restricciones provocadas por la pandemia.
La base imponible consolidada del Impuesto sobre Sociedades disminuyó un 17,9%, menos que los beneficios cuyo descenso se estima en el 25,9%. La información declarada por las Grandes Empresas y los grupos consolidados en sus pagos fraccionados indica que la reducción de la base imponible fue en estas empresas superior a la caída del conjunto de las sociedades (-22,5%) y lo mismo sucedió en los beneficios (-34,5%). El retroceso fue especialmente acusado en los grupos, con una contracción del 44% en los beneficios y del 31,5% en la base imponible.
El gasto final sujeto a IVA cayó en 2020 un 13,3%, en un contexto de práctica estabilidad de precios, como consecuencia de las medidas de confinamiento y restricciones a la movilidad posteriores. El retroceso fue especialmente intenso en el gasto en bienes y servicios de los hogares (-16,3%), mientras que el gasto en vivienda nueva se redujo casi un 6%. El descenso del gasto no fue más intenso gracias al freno aportado por el mayor gasto de las AA.PP., vinculado a la cobertura de las necesidades derivadas de la pandemia.
En la parte relativa a los Impuestos Especiales, el valor de los consumos sujetos a Impuestos Especiales disminuyó un 17,4% (Cuadros 1.3 y 5.1). La disminución se observó tanto en los consumos como en los precios. La caída del consumo fue general, en algunos casos de mucha intensidad, como en el de gasolinas y gasóleos (-14,9%) o en el de alcohol (-30,6% el de mayor graduación, -12,1% en la cerveza), consecuencia lógica de la reducción de la movilidad interna y externa y del cierre, en mayor o menor grado, de la hostelería y la restauración. Igualmente, experimentaron pérdidas el consumo de tabaco (un 6% en cigarrillos, aunque, como en años anteriores, subieron el resto de los productos) y de electricidad (-5,7%). Y las causas anteriores también estuvieron detrás de la bajada de los precios en los combustibles y en la electricidad, los más relevantes en la evolución de esta base. En este sentido, el precio medio de gasolinas y gasóleos se redujo, en media, un 13,7% (un 21,2% antes de impuestos, Cuadro 9.1) por la débil demanda a lo largo de todo el año. En la electricidad la disminución fue del 5,5% (Cuadro 5.7), si bien en los últimos días del año se empezaron a observar repuntes.