3. El Impuesto sobre Sociedades
En 2020 los ingresos por el Impuesto sobre Sociedades perdieron una tercera parte de lo recaudado en 2019 (-33,2%), situándose en los 15.858 millones. Hay que retroceder hasta 1999 para encontrar una cifra más baja. Sin embargo, estos datos no dan una idea cabal de lo sucedido en 2020 con el principal determinante del impuesto, los beneficios de las sociedades. Una parte del descenso no tuvo que ver con los malos resultados de las empresas, sino con la gestión de las devoluciones. En la declaración de 2018, presentada en 2019, el importe de las devoluciones solicitadas fue muy abultado. Si se corrige este impacto negativo, junto con el positivo que proporcionaron algunos ingresos extraordinarios y el causado por la comparación con el año 2019 en el que hubo devoluciones extraordinarias, el descenso sería de alrededor del 23%, más acorde con la caída de los beneficios y de la base imponible del impuesto.
Efectivamente, se estima que la base imponible consolidada cayó un 17,9% en 2020, algo menos que los beneficios cuyo descenso fue del 25,9% (Cuadro 3.1). En este último caso la tasa supera las registradas en la crisis anterior, tras el boom inmobiliario (Gráfico 3.1). La información proporcionada por las Grandes Empresas y los grupos consolidados en sus declaraciones de pagos fraccionados (Cuadro 3.2) permite ver que la reducción de la base imponible fue superior a la caída del conjunto de empresas (-22,5%) y lo mismo sucedió en los beneficios (-34,5%). El desplome fue particularmente intenso en los grupos en los que la reducción de los beneficios llegó a ser del 44% y la de la base imponible del 31,5%. Este fuerte impacto sobre la base imponible de las sociedades se observó desde el comienzo del confinamiento estricto con unas pérdidas cercanas al 14% en el primer trimestre. En el semestre central del año (en el segundo pago se incluye la liquidación entre abril y septiembre) la caída llegó a ser, como en muchas otras variables, del orden del 25%. En el último trimestre las pérdidas se redujeron hasta el 6,3%.
Un punto a señalar con los resultados disponibles es que el nivel del impuesto generado por estos beneficios fue similar al que se tenía en los años 2014-2015. Sin embargo, el nivel de beneficios en 2020 fue alrededor de un 12% más alto del que se tenía entonces (Gráfico 3.2). La dispar evolución de beneficios, base imponible e impuesto devengado muestra el proceso de lenta erosión que se produce en el tipo efectivo (Cuadro 3.1; Gráfico 1.16), especialmente el que se calcula sobre los resultados positivos y a pesar de que en el caso concreto de este año se produzca un ligero crecimiento del mismo y una bajada del tipo efectivo sobre la base imponible (-4,5%). Las causas de esta tendencia, que, junto con los bajos tipos de imposición de algunas empresas, son unas de las características más destacadas del impuesto, se pueden analizar con la información que ofrece el Cuadro 8.5.
Dada la caída de la base y del tipo efectivo, el Impuesto sobre Sociedades devengado disminuyó un 21,6% en 2020 (Cuadro 3.1). El dato contiene una estimación de la cuota diferencial que se conocerá a partir de julio, aunque esta vez, a diferencia de los dos años anteriores, su peso no es tan significativo (sin esa cuota la caída del impuesto sería del 24,6%) al perder importancia la aportación del pago mínimo dentro de los pagos fraccionados, una de las principales causas de los descuadres entre los pagos y la cuota líquida finalmente devengada. El impuesto no se vio afectado por los cambios normativos porque todos ellos iban dirigidos a facilitar el cumplimiento de las obligaciones tributarias sin alterar la cifra a pagar.
La mayor parte del impuesto la constituyen los pagos fraccionados que en 2020 cayeron un 25,4% (Cuadro 3.2). La caída fue mayor en los grupos (-37,6%), lo que se explica, además de por la peor evolución de sus beneficios, por el peso que tenía en estos contribuyentes el pago mínimo, ligado a los beneficios y no a la base imponible. En el resto de empresas, las grandes no pertenecientes a grupos vieron caer sus pagos un 15,7% y las pymes un 5,1% (-1,9% aquellas que calcularon el pago según su última cuota anual y -14,7% las que tributaron según los beneficios del ejercicio). El Gráfico 3.3 representa la evolución de los pagos fraccionados de las distintas empresas desde 2018. A pesar de que su repercusión en el total es muy diferente y sus características también difieren mucho, las trayectorias evidencian una gran coherencia, solo rota por las pymes que tributan según la cuota, cuyos pagos, al margen de la actividad real, siguen la pauta de sucesivos escalones que comienzan en el segundo pago (tras la presentación de la declaración anual en julio) y duran tres pagos (los datos del gráfico se pueden descargar en este enlace).
En 2020 los ingresos en caja del Impuesto sobre Sociedades disminuyeron un 33,2% (Cuadro 3.1). Una parte no menor de la caída se debió a la realización de devoluciones del ejercicio 2018. Hay que recordar que esas devoluciones se solicitaron en 2019 y, como es habitual, se pagaron entre finales de 2019 y comienzos de 2020. Las de 2018 fueron, además, excepcionalmente elevadas porque también lo habían sido los pagos fraccionados que se ingresaron en su momento. A ello se unió el retraso en la realización de las devoluciones. El Cuadro 3.3 y el Gráfico 3.4 recogen en qué año (t y t+1) se realizaron las devoluciones solicitadas en un año cualquiera t. En ambos se ve claramente que el porcentaje de devoluciones que se hizo en 2019 fue inferior al de años precedentes. No obstante, el impacto de ese desplazamiento se vio amortiguado por la existencia de ingresos extraordinarios por sentencias y por la comparación con el año 2019 en el que hubo devoluciones también por este motivo y por los abonos de los DTA (Activos por Impuesto Diferido) a algunas empresas (Cuadro 1.5). Si se corrigen todos estos elementos, los ingresos habrían caído 10 puntos menos, alrededor del 23%, cifra muy parecida a la que se estima para el impuesto devengado (-21,6%). Todos estos desajustes entre el devengo y la caja se pueden apreciar en la parte “paso de devengo a caja” del Gráfico 3.5.
El segundo elemento, los ingresos y devoluciones extraordinarios por sentencias y DTA, supuso la mayor parte de los cambios normativos, pero no fueron todos. El impacto total neto de los cambios normativos y de gestión fue positivo y por valor de 1.669 millones que se descomponían de la siguiente forma: 1.295 millones procedían de las devoluciones extraordinarias que se hicieron en 2019; 1.081 millones de ingresos extraordinarios en 2020; -406 millones devueltos en concepto de intereses por la sentencia de inconstitucionalidad del RDL 2/2016 que modificó la forma de cálculo de los pagos fraccionados por la sentencia; y -301 millones por las medidas ligadas a la lucha contra el COVID, tanto en su vertiente para el cumplimiento de las obligaciones fiscales mediante aplazamientos y suspensión de plazos (-211 millones), como en su vertiente de reducción de los pagos a las pequeñas empresas (-90 millones).